Ser un buen coach con el discurso del rey

Artículo publicado en Portal del Coaching
Autor: Rubén Turienzo

En ocasiones el cine me sorprende ofreciéndome instantes de puro deleite con grandes historias, magistrales actuaciones y estéticas sencillas y resolutivas. El discurso del rey, como bien decía la crítica del diario El País, “lo tiene todo para triunfar: una historia de superación, excelentes diálogos, personajes secundarios de lujo (de Winston Churchill a la Reina Madre), un periodo histórico apasionante, ironía, delicadeza, emoción, ligereza”. Sin duda es una de esas maravillas que merece la pena ver para comprender y aprender.

La historia narra un episodio que cuanto menos es curiosamente desconocido. Tras la muerte de su padre, el rey Jorge V (Michael Gambon), y la escandalosa abdicación del príncipe Eduardo VII (Guy Pearce), Bertie (Colin Firth), afectado desde siempre de un angustioso tartamudeo, asciende de pronto al trono como Jorge VI de Inglaterra. Su país se encuentra al borde de la guerra y necesita desesperadamente un líder, por lo que su esposa Isabel (Helena Bonham Carter), la futura reina madre, le pone en contacto con un excéntrico logopeda llamado Lionel Logue (Geoffrey Rush). A pesar del choque inicial, los dos se sumergen de lleno en una terapia poco ortodoxa que les llevará a establecer un vínculo inquebrantable. Con el apoyo de Logue, su familia, su gobierno y Winston Churchill (Timothy Spall), el rey supera su afección y pronuncia un discurso radiofónico que inspirará a su pueblo y lo unirá en la batalla.

Sin embargo, tras los focos de las excelentes críticas y los grandes textos de las sinopsis grandilocuentes, se esconde en mi humilde opinión, la maravillosa receta para convertir cada proceso de desarrollo profesional en un éxito real y tangible. Además de un buen ejemplo para que la mayoría de las personas comprendan y asimilen los matices del trabajo que ejecutamos quienes nos dedicamos al desarrollo personal y profesional. En mi caso quiero quedarme con 10 sencillas reflexiones que esta obra me ha provocado.

1. “Solo puedo curar a quien desee curarse” dice el logopeda al trazar el primer contacto.
Nos empeñamos en solucionar la vida a quienes nos rodean, a aconsejar a quienes desde nuestra opinión son erráticos y a curar a quienes pensamos enfermos. Sin embargo olvidamos fundamental, el paso indispensable para que alguien acometa un cambio o un proceso de desarrollo con éxito es muy sencillo: Debe querer fervientemente alcanzar una mejora.

2. “Son mis reglas, mi campo y mi juego” escucha la futura Reina Madre cuando intenta convencer al logopeda para que modifique su rutina de trabajo debido al inusual paciente.
Se fiel a tu método y a tus normas. En aquello que eres profesional debes conocer los matices de los elementos y el por qué de todo. No dejes que el captar un cliente te haga modificar aquello que te ha hecho respetado o estarás pervirtiendo la esencia misma de tu profesionalidad. Jamás podrás aferrarte a que esos cambios provocaron el fallo.

3. “Todo lo que necesitamos es confianza” pronuncia el logopeda al futuro monarca.
Si no eres capaz de generar “feeling” y confianza con alguien, es mejor que no comiences el proceso de desarrollo de esa persona. La mentira está castigada en ambas direcciones, la desconfianza también. Debes creer en las posibilidades y proyectar esa creencia en tu compañero de proceso y recuerda que si fallas una vez, habrás fallado para siempre (o casi)

4. “¿Qué tal Bertie?” es la extraña e irreverente forma con la que el logopeda llama a Jorge VI.
Para que exista un proceso de desarrollo y capacitación en plenitud debe existir igualdad de trato. Si aceptas la sumisión propia o la superioridad del dinero que recibes por el trabajo que desempeñas, estarás bloqueando el respeto a tus técnicas y cediendo las riendas del proceso a quien difícilmente va a conseguir situarse en un plano de aceptación mutua. Además, la búsqueda de un trato especial genera automáticamente la creencia de estar viviendo una nueva realidad. Sin duda un nuevo marco que facilita el destierro de los fracasos anteriores y la aceptación de un posible éxito.

5. “No tiene arreglo” grita desesperado el personaje real ante su desesperación.
Nadie que se ha enfrentado a sus miedos ha creído jamás que eran sencillos de superar. Para todos nuestro escalón es el más alto, nuestra mochila la más pesada y nuestros problemas… los que nadie puede solucionar. Ten siempre presente que si no somos capaces de dotar del mismo valor emocional (empatía) nunca podremos ayudar a sostener esa carga. Evidentemente hay que motivar y catalizar al éxito, pero nunca caeremos en la relativización banal o en la lapidaria sentencia “eso que te pasa no es para tanto”.

6. “Era zurdo, pero me corrigieron” enuncia el paciente mientras el logopeda observa como escribe con la mano derecha.
Recuerda que existe una influencia, una educación o una presión social adquirida que ha podido provocar o acentuar la dolencia. No luches contra su pasado porque en ocasiones es el único mapa que la persona conoce y respeta. Intenta crear otras vías de visión, aprende a ganar perspectiva y a crear alternativas para la consecución del éxito.

7. “Te has empeñado en que sea alguien realmente grande y puede que no quiera ser grande” dice sabiamente la mujer del logopeda cuando este se bloquea al no comprender el rechazo de su cliente.
Y es que en ocasiones, somos los profesionales los que proyectamos los objetivos y las metas que nos gustaría que el proceso provocasen. A veces porque vemos las capacidades y habilidades y sabemos lo que con ellas se podría conseguir. A veces porque deseamos con todas nuestras ganas tener un gran éxito que nos genere mayor proyección. A veces simplemente porque creemos que somos los mejores y en nuestra mano cualquiera puede triunfar… Jamás olvides las intenciones y deseos de quien realmente tendrá que cargar con esa mochila vital: El cliente.

8. “En mi tarjeta pone Lionel Logue, defectos del habla. En ningún sitio pone doctor” argumenta el terapeuta cuando es recriminado por no tener titulación académica.
Hay que aprender a diferenciar la valía profesional cuando intentamos poner en balanza titulación académica frente a maestría por experiencia. Si bien es cierto que para convertirnos en excelentes profesionales debemos formarnos, hay que reconocer que no siempre de la formación reglada se obtienen los mejores resultados. Mi receta al respecto siempre ha sido sencilla; nunca dejes de formarte pero no por los marcos que tendrán tus diplomas y lo vistosos que quedarán en la pared, sino por la aplicación real que darás a ese aprendizaje. Todo el mundo nos puede enseñar una lección magistral. Nunca renuncies a ella por falta de titulación de quien la emite.

9. “Le he preparado esta habitación. Así estaremos más cómodos” comenta el logopeda tras decorar la estancia en la que el rey dirá su famoso discurso.
Actúa facilitando. Bastante complicación experimenta la persona que se expone al proceso de desarrollo como para que además le añadamos hostilidad o elementos poco afables. Conoce aquello que le tranquiliza y utilízalo a favor del proceso de mejora y capacitación. Pequeños detalles forjarán una mayor tranquilidad, una férrea complicidad y un generoso esfuerzo. Acompaña en todo momento a tu compañero o compañera de proceso y haz que note tu apoyo con ánimos, pero también con herramientas trabajadas previamente.

10. “Me debe un penique” solicita reiteradamente el logopeda al rey tras ganarle a este una apuesta.
Reclama que cumplan con sus compromisos o los procesos estarán sentenciados. La falta de tiempo jamás es excusa. La dificultad, tampoco. Si una persona se compromete con acciones realistas y tangibles, deberemos realizar un seguimiento exhaustivo y el requerimiento eficaz del esfuerzo (que no siempre de la consecución satisfactoria) del compromiso adquirido.

Reflexiones que todo profesional debe tener claras y que aunque algunas son obvias, nunca viene de más recordarlas. Reflexiones que una película muestra acompañada de otras como que hay que ser ingeniosos, utilizar el sentido del humor, tener disciplina, cumplir con la confidencialidad, tener confianza en uno mismo, actuar con valentía, hablar con claridad o dejar el foco a quien realmente lo merece y mostrar nuestro orgullo en un segundo plano. Las verdaderas estrellas de los procesos de desarrollo son siempre quienes han conseguido ser mejores profesionales y a veces, mejores personas. A quienes les ayudamos solo nos queda la satisfacción del buen trabajo realizado y aplaudir en la sombra.